Edición de fichas.

Liveyra es una chica menuda, que en conjunto da una apariencia de fragilidad que se explica tanto por su altura reducida de 1.55 (que ella siempre insistirá en que es 1.555) y sus 47 kilos de peso. Tiene una figura curvilínea con un cuerpo armónico y una piel que antes era ligeramente tostada pero desde que empezó la carrera se fue clareando...sin embargo, ahora intenta volver a tener aquel tono de piel que tanto agradaba a sus padres.

De rostro grácil con rasgos finos, sus ojos color miel, rodeados de unas ojeras permanentes fruto de su trabajo, destacan bastante más de lo que se pensaría teniendo en cuenta su melena castaña cortada a media altura, capeado y desbastado.

Cabe destacar que la joven siempre va con el rostro aunque sea ligeramente maquillado y con lentillas (Tiene una leve miopía), una costumbre que adquirió cuando estaba en la carrera y que sigue manteniendo ahora, no permitiendo que nadie la vea sin estar arreglada.

Por otra parte su vestimenta siempre suele incluir un pantalón oscuro, aunque sea vaquero, en la parte inferior, tacones (si la situación lo permite) bastante altos y camisetas más bien anchas por la parte superior, de tal manera que normalmente tiene un hombro al aire.

Siempre había tenido su futuro muy claro. Desde que había sido pequeña había soñado con lo que ella creía era: Médico. Siempre había sido mi sueño, aquello que mi corazón necesitaba para completar a la razón...y posteriormente fue mi esperanza de redención. Por ello sacrifiqué más de lo que cualquiera pudiera haber imaginado.

Era siempre el mismo ritual, incluso la justificación llegó un momento en que fue tan nimia que la razón dio la respuesta inmediata: "mi existencia". Aquel simple hecho hacía que empezaran los desprecios, que pasaban de simples frases dichas a cada momento a monólogos de 3 horas en los que debía de aguantar humillaciones y desprecios que no solían incluir agresiones físicas, pero que cuando lo eran se convertían en contundentes, fruto de lo cual tenía una mínima deformidad en uno de mis dedos, por una fractura causada por un golpe. Aquellas interminables horas terminaban cuando por fin, de madrugada, se me permitía ir a dormir...descanso que duraba a penas unos 20 minutos, justo el tiempo suficiente como para que mi cerebro se relajara, tiempo suficiente para que volviera a bajar las defensas y que el: "Vamos sinvergüenza, al salón, si yo no puedo dormir tú tampoco lo harás", calara en mi mente cuando me vinieran a despertar. Sus pasos eran lo que siempre me despertaban antes de nada, lo que hacía que mi corazón palpitara y que mis ojos se abrieran antes de abrazar la colcha mientras esperaba que la puerta se abriera con un golpe y la luz quemara mis ojos otra vez, como tantas otras veces.

Si un día te llaman fea, monstruo, degeneración...si un día tus padres te lo restriegan...te dolería...si lo hacen dos, un mes, un año...se crearía tristeza, mas si sometes a una persona, día tras día, mes tras mes y año tras año a lo mismo la destrozarás por dentro, como me ocurrió a mí, pues lo que es dolor, tristeza, depresión...se llega a convertir en aceptación.

A penas se lo podía contar a pocas personas, y la mayoría se alejaron de mi trato casi inmediatamente...la verdad, no les puedo juzgar. Mi madre había cambiado cuando tenía 13 años, y mis amigas se habían visto sobrepasadas por mi situación, por no poderme ayudar y porque no entendían cómo podía permitir tal trato...Sin embargo hice algo, quizás lo único de lo que realmente me siento orgullosa: aguantar.

Éramos una familia bastante acomodada; descendientes de un condestiero italiano seguíamos teniendo un atisbo de la grandeza de la familia, además de que mi padre, empresario, contaba con un salario que, si bien no nos convertía en millonarios, podíamos permitirnos grandes caprichos que normalmente incluían viajes, ropa, joyas y deportes de lo que se denominaba "la élite" tales como vela, hípica o golf.

Nací, pues, en el seno de un hogar tradicional y amable, contando, además de con mis padres, con un hermano mayor que yo y con un animal de compañía (que siempre incluíamos dentro del núcleo familiar). Mi vida, era, tal vez, demasiado buena para ser cierta, como se demostró más tarde...cuando mi madre cambió fruto de la muerte de su propia madre, mi abuela materna. Siempre habían tenido problemas debido a que mi tío, un hombre demasiado temperamental, que la mayor parte del tiempo emprendía locas ideas, había sido el favorito de mi abuela y mi madre, que se desvivía para complacerla, nunca había logrado el afecto que ella dispensaba a su hijo.

¿Por qué lo pagó en mí? No lo sé...quizás porque era mujer, quizás porque al ser la pequeña era más débil...sin embargo, lo que sé, es que pasé los peores años de mi vida mientras aguantaba toda clase de actos y palabras con tal de poder llegar a conseguir mi sueño: Ser médico.

El tiempo fue pasando, saqué mi carrera y me especialicé en Traumatología y Cirugía de Ortopedia, siendo mi rama favorita la Urgencia. No se podía decir que era la mejor en mi campo, pero sí parte de ese colectivo que se denominaba "médico de renombre" siendo varias veces requerida para operaciones en Hospitales tan importantes como "El Monte Sinahí". Mi vida parecía haberse arreglado...incluso tenía el afecto de un hombre, mi novio que se llamaba Ethan...pensábamos en casarnos...de nuevo la vida me enseñó que las cosas buenas no parecían ajustarse a mí puesto que posteriormente me puso los cuernos con una amiga sin fijarse que me estaba dando un baño en el mismo piso, a tan sólo unos metros de la cama y de los gritos de la pareja. Tras eso, como es lógico, rompimos y cada uno fue por nuestro lado.

Ahora mismo trabajo en el hospital de Townhidden, aunque me siguen llamando de otros hospitales para realizar distinto tipo de operaciones.